Sabías que verme con coleta era un signo inconfundible de mi tristeza y sin embargo decidiste pasarlo por alto.
Qué gran error.
Ni si quiera tú podías imaginar lo que aquella noche sucedería. Noche, que ahora todos recuerdan, noche en la que en torno a mi volvieron a aparecer todos mis personajes; mis princesas, mis ranas, cada uno de mis magos, mis borrachines y mis madrastras… Seguro que hubieses sido mucho más atento conmigo si hubieses sabido las consecuencias de tal desaire, porque fue entonces cuando volví a escribir, y cada uno de estos seres tomó forma de nuevo para hablar con metáforas, haciendo irónicas y evidentes alusiones hacia tu persona.Mientras todos hablabais sin parar empecé a escribir, primero en esa libreta medio deshojada que siempre me acompaña, después te escribí en la enciclopedia universal del arte urbano que es la puerta del baño de aquel bar de Malasaña.
Te escribí con bolis y rotuladores de todos los colores, escribí en el suelo con cigarros y cristales rotos, con las cáscaras de las pipas de toda una noche…Luego, ya sola, de camino a casa, tropecé con un par de enamorados que se besaban en plena calle alardeando de su felicidad, me miraron, y supe que me odiaban por no envidiarles, por volver la cabeza, por quitar importancia a ese beso. Lo que ellos nunca sabrán, es que apenas giré la primera esquina, rota, quise escribirte un pequeño gran poema. Te escribí en muros, en todos los escaparates, en los portales de todas las casas por las que pasé. Decoré la metrópoli con nuestras historias disfrazadas en la vida de increíbles personajes. Te escribí en todas las calles -cuyo nombre preferiría evitar – te dediqué frases en pasos de cebra y buzones… hasta que un par de agentes públicos me detuvo acusando a mi poesía de “escándalo público” (escándalos los nuestros- pensé- cuando cerrábamos los bares y nos reíamos de verdad).Me quedé dormida en el coche patrulla leyendo por la ventana toda mi obra literaria de aquella noche, y recuerdo que mis personajes y yo, pasamos la resaca de aquella mañana de Domingo en una comisaría de barrio muy poco acogedora, donde me requisaron mi libreta deshojada y mis rotuladores de colores, como prueba del delito.Al cabo de unas horas, sin más explicaciones, me dejaron marchar. Decidí peinarme antes de irme, esta vez con la coleta todavía un poco más alta. Y mi rebeldía llegó hasta tal punto que antes de salir, con el único bolígrafo que me quedaba, alegué en un baldosín de aquel habitáculo, que el único motivo de mi falta a la justicia había sido reivindicar, denunciar… Declaré con letra temblorosa lo único que yo quería, era un slow with you.
Qué gran error.
Ni si quiera tú podías imaginar lo que aquella noche sucedería. Noche, que ahora todos recuerdan, noche en la que en torno a mi volvieron a aparecer todos mis personajes; mis princesas, mis ranas, cada uno de mis magos, mis borrachines y mis madrastras… Seguro que hubieses sido mucho más atento conmigo si hubieses sabido las consecuencias de tal desaire, porque fue entonces cuando volví a escribir, y cada uno de estos seres tomó forma de nuevo para hablar con metáforas, haciendo irónicas y evidentes alusiones hacia tu persona.Mientras todos hablabais sin parar empecé a escribir, primero en esa libreta medio deshojada que siempre me acompaña, después te escribí en la enciclopedia universal del arte urbano que es la puerta del baño de aquel bar de Malasaña.
Te escribí con bolis y rotuladores de todos los colores, escribí en el suelo con cigarros y cristales rotos, con las cáscaras de las pipas de toda una noche…Luego, ya sola, de camino a casa, tropecé con un par de enamorados que se besaban en plena calle alardeando de su felicidad, me miraron, y supe que me odiaban por no envidiarles, por volver la cabeza, por quitar importancia a ese beso. Lo que ellos nunca sabrán, es que apenas giré la primera esquina, rota, quise escribirte un pequeño gran poema. Te escribí en muros, en todos los escaparates, en los portales de todas las casas por las que pasé. Decoré la metrópoli con nuestras historias disfrazadas en la vida de increíbles personajes. Te escribí en todas las calles -cuyo nombre preferiría evitar – te dediqué frases en pasos de cebra y buzones… hasta que un par de agentes públicos me detuvo acusando a mi poesía de “escándalo público” (escándalos los nuestros- pensé- cuando cerrábamos los bares y nos reíamos de verdad).Me quedé dormida en el coche patrulla leyendo por la ventana toda mi obra literaria de aquella noche, y recuerdo que mis personajes y yo, pasamos la resaca de aquella mañana de Domingo en una comisaría de barrio muy poco acogedora, donde me requisaron mi libreta deshojada y mis rotuladores de colores, como prueba del delito.Al cabo de unas horas, sin más explicaciones, me dejaron marchar. Decidí peinarme antes de irme, esta vez con la coleta todavía un poco más alta. Y mi rebeldía llegó hasta tal punto que antes de salir, con el único bolígrafo que me quedaba, alegué en un baldosín de aquel habitáculo, que el único motivo de mi falta a la justicia había sido reivindicar, denunciar… Declaré con letra temblorosa lo único que yo quería, era un slow with you.
1 comentario:
El hombre invisible grita tu nombre y no respondes... Al hombre invisible nadie le puede ver, nadie le puede escuchar, el hombre invisible sólo hace presencia cuando un perro ladra.
EL HOMBRE INVISIBLE
Publicar un comentario