Aún recuerdo aquella noche de verano en la que la brisa soplaba junto al puerto de Cádiz. El género de los restaurantes se agotaba a la velocidad de unas palmas sonando, y yo notaba que por fin, mi piel ya estaba dorada. Fue exactamente una noche de aquellos días en los que sólo valía calzar sandalias planas, y dejar escapar nuestro pelo ondulado al viento, mientras andabamos por calles de piedra salpicadas de estrellas
Si, una noche.
Cómo olvidar aquella noche en la que yo toadavía no había cumplido 23, y por primera vez, pisé el suelo del Pay Pay.



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