Mi amiga Raquel tiene un primo, y ese primo tiene un amigo, ese amigo por lo visto es profesor, y hoy me he enterado de que este invierno enseñó mis palabras y nuestras imágenes en su colegio. No se con qué fin, ni si de mis vendedores de recuerdos pudo extraer alguna lección, pero yo he sentido unas ganas exageradas de besar a ese hombre que no conozco de nada.
Ante la imposibilidad de realizar tal acción me he abrazado a Raquel, a la que adoro, y me he declarado la persona más feliz del mundo hasta que alguien me demuestre lo contrario.
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