Vuestras desproporcionadas tarifas, vuestras estúpidas sonrisas, vuestras básculas mentirosas, vuestros ruidosos motores, vuestros tristes pasillos, vuestros ridículos vídeos salvavidas, vuestros roídos cinturones de seguridad, vuestras minúsculas ventanas, vuestros deseos de lata, vuestros agradecimientos de cartón, vuestros insufribles documentales, vuestros snacks radioactivos, y cada kilómetro de vuestro recorrido, me hacen simplemente llorar.
Aunque, seguramente, la pena yo ya la traía dentro.

No hay comentarios: