Pájaros en la cabeza


Esta es la historia de Albertucho, un ser eternamente incomprendido debido, en resumidas cuentas, a su exceso de imaginación.
El gran problema consistía en que jamás tuvo constancia del lugar, la fecha o la hora de todos los acontecimientos importantes de su vida. Ya desde pequeño, su madre hizo que el caso fuese tratado por los mejores psicólogos, otorrinos y pedagogos del país sin que ninguno diese explicación al insólito y sorprendente caso, Albertucho fue tachado de loco, sordo, autista o demente sin que nadie detectase el motivo que le hacía diferente.
Su madre solía salir de todas aquellas prestigiosas consultas tirando del chico cogido por el brazo y exclamando “A este niño lo único que le pasa es que tiene la cabeza llena de pájaros”.
No sabía aquella mujer cuánta razón escondían tales palabras, pues la explicación al extraño caso no era otra que cada vez que Albertucho ponía en funcionamiento su ejercitada imaginación, un pájaro nacía en el interior de su cabeza y comenzaba a piar con tanta fuerza que le impedía concentrarse en nada más, por eso, cuando le proponían algún plan fascinante era incapaz de llegar a enterarse de cuándo tendría lugar o dónde se celebraría, porque antes de eso, su cabeza ya daba vueltas a la idea, y sus pájaros revoloteaban a un ritmo imparable.
Jamás asistió a un concurso de disfraces viéndose antes de tiempo vestido con el traje más rocambolesco que podía imaginar, en la adolescencia nunca fue a un campamento de verano, anticipando cientos de aventuras que le impedían enterarse de la fecha en que debía llevar su solicitud. No hubo año en el que enviase la carta a los Reyes a tiempo y jamás fue a un cumpleaños ni jugó un partido de fútbol con el equipo con el que entrenaba. Cuando decidió ser actor, no supo en qué fecha acudir a los castings ni realizó ninguno de los viajes que a menudo planeaba. Por supuesto no llegó a ver el final de ninguna película, porque Albertucho, como todos, no nos engañemos, a la mitad del film trataba de intuir cómo acabaría inventándose finales espectaculares que, claro está, le impedía entender el verdadero desenlace. Y sobra decir, que cuando se independizó, no pudo comprar la casa de sus sueños, porque al encontrarla pasó tanto tiempo pensando cómo sería vivir allí que otro comprador se le adelantó.
Así vivió Albertucho toda una vida llena de despropósitos, hasta que un día la conoció a ella; la chica perfecta, la mujer de su vida, la musa con la que siempre había soñado, el ser por el cual habían nacido la mayoría de los pájaros de su cabeza, y si…tenía una cita con ella, la persona más maravillosa de este planeta había aceptado su invitación que por supuesto, se había producido vía e-mail , pues el joven , escarmentado ya de tantos acontecimientos frustrados quiso formalizar el encuentro por escrito, y así evitar que sus miles de pájaros le desconcentrasen pensando en dónde irían, cómo se saludarían o qué vestido llevaría ella puesto.
Finalmente la fecha llegó. Y ahí estaba él, esperando en el lugar acordado, aquella pequeña plaza del barrio en el que ambos vivían que las tardes de verano como esa se llenaba de gente sin nada mejor que hacer,casi no había dormido la noche anterior y apenas podía mantener el equilibrio debido al tembleque que le provocaban los nervios y los agudos cantos que retumbaban cada vez con más intensidad en el interior de su cabeza, el sudor en las manos, la garganta seca, la sensación de vacío en el estómago…todo le hacía sentir tan impaciente como enamorado hasta que de repente, llegó ella.

- No tienes buena cara- Fue lo primero que escuchó

Pero nadie podía predecir lo que sucedería segundos después; cuando Albertucho se disponía a pronunciar aquellas primeras palabras varias veces ensayadas ante el espejo, una inmensa explosión pudo oírse en varias manzanas a la redonda, la cabeza del joven había estallado como una bomba con sonido de violines y bandadas de pájaros de miles de especies escapaban en todas las direcciones, entre ellos pudieron distinguirse un tucán multicolor de cuando decidió hacer aquel viaje a Brasil, pequeños gorriones de cuando ideaba nuevos juegos en el parque, gaviotas, halcones, alcatraces, garzas…
Lamentablemente poco más se volvió a saber de la chica, a la que nadie volvió a ver por el barrio. Él ni si quiera la pudo ver cómo huía corriendo despavorida, presa del susto más grande que se había llevado en toda su vida. , sin dirección alguna.

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